La obediencia no es el valor que buscamos

Cuando oigo la palabra obediencia en niños algo se me remueve por dentro. Es mucho más frecuente oírla en padres de niños pequeños que en padres de adolescentes. Y es que la experiencia nos enseña que no es algo que vaya con los niños (o adultos) per se. Por supuesto que haría nuestra vida más fácil que los niños nos hicieran caso a la primera y ahí veremos también que algunos niños lo harán más que otros.

Los padres primerizos se sorprenden de que sus hijos no les hagan caso, quizás pensaban que la crianza iba a ser más fácil, casi natural y sin embargo se encuentran con un pequeño ser humano con una voluntad muy distinta a la suya.

No nos hacen caso, entonces ¿qué hacemos? Algunos padres lo convierten en una lucha de poder, es más pequeño, lo llevas, le obligas. Es evidente que en algunas situaciones -pocas- por ejemplo, ante un peligro, tráfico, vas a tener que llevar al niño. Sin embargo, como norma general, la lucha de poder es una estrategia con la que pierdes más que ganas y que puede acabar en violencia. Todos conocemos a alguien a quien sus padres han pegado y sabe las consecuencias nefastas para la relación y la autoestima del niño.

Hay otras formas de ser padres. Si lo llevamos al terreno de los adultos sabemos que si nos obligan a hacer algo mal vamos, el estilo autoritario hoy en día pocos lo queremos. Pensad en qué es un buen jefe, seguramente es alguien con conocimientos, que explica sus argumentos y os escucha y respeta. Preferimos que nos pregunten, que al menos discutan nosotros lo que nos incumbe. Eso no quiere decir que vayamos a discutirlo todo pero un niño que se siente escuchado y valorado tiene más probabilidades de querer cooperar y ayudar a solucionar problemas.

A veces se trata solo de un cambio de perspectiva. ¿Queremos educar a nuestros hijos para que tan solo obedezcan, que hagan lo que se les diga sin cuestionarlo? Probablemente no. Lo que queremos seguramente es que dejen de gritar o correr o que hagan sus deberes.

Un análisis de por qué un niño se comporta de cierta forma -o no – nos puede ayudar mucho más ayudarle. Si entendemos que un niño se pone a correr cuando se hace tarde igual podemos planear llevarles a la cama antes o crear otra rutina, si no quiere hacer los deberes igual hay que averiguar si le cuesta ponerse y necesita algún tipo de apoyo.

Al final la crianza es más complicada de lo que pensamos y depende también mucho del niño. Muchos padres orgullosos de lo bien que se comporta su primer hijo tienen un segundo y se dan cuenta de que ya no saben qué hacer.

Empecemos por los pilares de las relaciones: cuánto más difíciles se pongan las cosas necesitaremos más cariño y momentos positivos. Y si no tenéis ni energía para ello es el momento de pedir ayuda, para estar un rato solos y tomar un descanso o para hablar con alguien.

La búsqueda eterna de la felicidad

Cuando estamos mal es frecuente la búsqueda de la felicidad, que parece que tantos tienen pero nosotros no. Esa ansiada felicidad parece estar a la vuelta de la esquina, tan solo cuando… consiga ese trabajo (o deje este), cuando este me haga caso o cuando tenga un hijo o cuando el niño duerma toda la noche o se le pase este periodo difícil o cuando me compre aquello … seré feliz.

Tal vez esta búsqueda sea engañosa. Puede ser que la felicidad que buscamos siga sin llegar y en el fondo es que todos lo sabemos, que la felicidad no es un estado, son momentos. Quizá deberíamos buscar el sentido, nuestros objetivos o el estar más tranquilos, mejor con nosotros mismos, o en todo caso buscar los momentos felices pero sin pretender que no vendrán también momentos aburridos, tristes, frustrantes…

Pocos te dirán que sí a la pregunta de que si son felices, sin embargo todos tenemos momentos felices. Tomad nota de que suelen ser momentos sencillos y en los que estamos presentes -como ese momento cuando tomas un helado con alguien, al escuchar esa canción o quizás sea contemplando el mar, un atardecer en la playa, o al cocinar, al correr… Piensa ¿qué es lo que te hace feliz a tí?- tal vez sea el momento de llamar a alguien o de buscar esa guitarra.

Quizá la búsqueda de la felicidad eterna nos hace un poquito más infelices e incluso nos aleja de la realidad y de nuestras emociones. La realidad siempre es más compleja que aquel “seré feliz cuando…”. Sigue buscando aquello que es importante para tí, que tenga sentido, tus metas, y maximiza esos momentos felices, sin embargo ten en cuenta que la búsqueda de la felicidad eterna puede que esté sobrevalorada.

Permitido sentir (aunque sea frustración)

Una amiga de Hong Kong, en la adolescencia, me dijo que no importaba lo que fuera que me entristecía, tenía derecho a sentir mis emociones, si a mí me importaba, era importante. Es cierto que el permitirse sentir es crucial para sentirse bien. Muchas veces el qué dirán viene de nosotros mismos porque si levantas la cabeza normalmente nadie está mirando. Y es humano preocuparse o por cosas que tal vez a otros les parezcan nimias.

Yo tuve un choque de realidades ahora al acoger a una madre ucraniana con sus dos hijos. Huir de una guerra, dejar a tu marido atrás, tu casa, tu trabajo, una vida… ¿qué se puede comparar a eso? Mi estrés cotidiano se hizo un problema pequeñito del tamaño de una hormiga. Y está bien la perspectiva, la vista de avión de todo lo que tenemos, nuestros hermosos hijos, a salvo, nuestro trabajo… y no dar nada por hecho.

Realmente no puedo saber ella qué está pasando exactamente pero también veo que al final también tenemos mucho en común en el día a día. La frustración porque los niños comen mal o se pelean o porque se enganchan a las pantallas…. Nuestro estrés diario es parecido y válido. Al igual que lo son las emociones de nuestros hijos al mojárseles el dibujo o perder una bola de helado. Problemas quizás pequeños a nuestros ojos pero grandes a los suyos.

Validar las emociones he comprobado que es el mejor camino, dejarles sentir sus emociones, aunque sean negativas, “entiendo que estés triste” mucho antes del “(no llores) te compraré otra”. Dar el mensaje de que está permitido sentir todo, incluso lo negativo. De hecho eso es lo que les va a ayudar a calmarse, el ver que empatizamos con ellos en vez de minimizar sus problemas. Y a vosotros también os lo digo, “entiendo que estéis frustrados, agotados, después de un día intenso”, todos los padres y madres se sienten así de vez en cuando (si no todos los días), respiración profunda y mañana brillará el sol de nuevo.